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2. Ten siempre cerca hoja y papel por si te atascas. Escribe a mano la escena como se la contarÃas a un amigo y luego maquÃllala como solo tú sabes hacerlo.
3. No tengas miedo de crear conceptos nuevos. Si rompes palabras, podrás crear otras.
4. Ten algo de comer siempre a mano, y si no puedes, coge tu peluche preferido. La comida te hará recuperar el ánimo cuando veas que no puedes ("tómate un kitkat", ya sabéis), y bueno, podrás golpear al peluche para desahogarte.
5. No tengas abiertas ochenta pestañas de Word con el guion, los personajes, resúmenes y demás porque te equivocarás al volver a la historia. Ya te imagino diciendo: ¡paso de esta mieeeerda! ¡me voy a twitter!
6. Llega un momento en que la historia se construye sola. Tú piensas: ah, pues voy a hacer una historia de cincuenta páginas con diez capÃtulos, todo controlado. ¡Error! La historia te pedirá cómo debe ser escrita, asà que no trates de encauzarla o morirás.
7. Interioriza los personajes cueste lo que cueste. Y esto quiere decir que si necesitas volverte loco para saber describir a un loco, tendrás que hacerlo. Asà que ya sabes, si no te gusta el deporte, procura no hacer personajes que corran diez kilómetros todos los dÃas. Si no, echadle un ojo al libro de Murakami “De qué hablo cuando hablo de correr”. Habla de lo puteado que está por sus personajes.
8. Si tienes el sÃndrome de la página en blanco, repÃtete a ti mismo: ¡yo he venido a hablar de mi libro, y si no, a la mierda! Se solucionará. Y si no, pues te has echado unas risas.
9. ¡Ay, qué vago estoy! ¡Qué mal todo! ¡Puf! Quéjate si hace falta, pero mientras escribes. Hace falta mucha determinación para poner un punto y final en condiciones.
10. Reescribe las veces que haga falta, pero ten claro cuándo debes dejar descansar la historia. No te martirices. Nunca vas a estar satisfecho con lo que escribes porque cada vez lo haces mejor. ¿A que mola?
11. Asà como dos personas no se leen el mismo libro, cada uno escribe basándose en sus propias verdades. EscrÃbelas, ¡diviértete! E imprÃmelas y cuélgalas por la habitación cuando sientas que no puedes hacerlo. Porque sà puedes.