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Al principio lo achaqué a que habÃa empezado a trabajar. Ocho horas, cinco dÃas a la semana quitan mucho tiempo. El resto lo comparten kendo, las tareas del hogar y mis aficiones, entre las que incluyo socializar, leer, ir al cine y un sinfÃn de cosas que alargarÃan innecesariamente este párrafo. Intentar llegar a todo es una auténtica locura, me dije después de un mes levantándome a las siete de la mañana para escribir, asà que debo priorizar. Me compré una pizarra e hice una lista en función de lo que querÃa hacer y las ganas que tenÃa de hacerlo, y resultó, claro, que no querÃa gastar tiempo en forzarme a escribir, y que cuanto más lo hacÃa, peor me salÃa, y cuanto peor me salÃa, más eludÃa el momento. Las consecuencias fueron que dejé de llegar no solo a los plazos de los demás, sino a los que me proponÃa yo misma. Dejé de presentarme a concursos. Dejé apartado el blog. Dejé de currármelo. Me bastaba con redactar algo para salir del paso, esperando que en algún momento mi cabeza volviera a su sitio. A veces pasa, ¿no? Se oye un clack y los engranajes vuelven a funcionar. Bueno, tampoco fue asÃ.
El grifo de ideas nunca se ha secado aunque estuviera peleando con esto. Han surgido proyectos de diversa Ãndole que, francamente, me encantarÃa abordar, pero me siento como si hubiera una barrera entre el qué y el cómo y entre el qué y el cuándo. Algunas personas me siguen llamando escritora, pero yo ya ni me atrevo a decirlo en voz baja. Ni en la mente, casi. Escritora es la que escribe, no quien se estresa solo con pensar en escribir y se agobia cuando comprueba que es incapaz de hacerlo.
2015 ha sido un año de golpes duros y cambios, de madurar aceleradamente para poder seguir el ritmo de la vida. En otra ciudad, con un trabajo del que no puedes desprenderte porque quieres seguir donde estás, te das cuenta de los privilegios que tienen muchos otros con respecto a sus inquietudes profesionales y deseas y piensas: ojalá pudiera ser uno de ellos, ojalá me atreviera a dar otro salto de fe sin pensar en la caÃda. Ahora apenas puedo juntar palabras sin arrugarme el cerebro. Y no hablemos de la extraña presión en el pecho cuando no logro llegar a la meta, o cuando me rindo antes de empezar porque sé que me apagaré a mitad de camino. Pelear con esas sensaciones es duro. Mi equipaje, unas veces más liviano que otras, me ha empujado a abandonar durante un tiempo algo que a otros les ha salvado la vida.
La página en blanco también puede ser depresión. Asà lo cuenta la autora Mary Robinette Kowal en su blog personal, una experiencia que apenas entra en detalles privados sobre una etapa complicada entre ella y la escritura. Al final reúne una lista de consejos, desde hacer ejercicio por las mañanas hasta convertir tareas aburridas en pequeños retos.
The biggest thing to say to you though, is that if you are having trouble writing take a look at what’s going on. Ask yourself if something is wrong with the story, or if the thing that is wrong is outside the story.Ensayo y error; probar y fracasar y volver a probar y quizás pronto empezar a ganar. En el fondo siento que debÃa dar una explicación de esta ausencia. Tampoco quiero terminar el post sin hacer una segunda lista, más corta y perfeccionada, de lo que me gustarÃa hacer a partir de este punto:
Para eso estoy leyendo mucho. Escribir es mi reacción particular a la lectura. Me empuja a imaginar a mis personajes en situaciones que he leÃdo. Esa fue la razón por la que empecé, y me alegro de ver que no ha cambiado.
Y añado: y escribir solo para mÃ. Si consigo entrar en algún proyecto conjunto o me veo preparada, adelante; si no, tampoco pasa nada. Una preocupación menos. Esto no implica que vaya a abandonar cualquier idea que conlleve un esfuerzo. Hablo de no penalizarme a mà misma.
Escribir es una carrera en solitario. Sin embargo, a nadie le hace daño compartir sus alegrÃas y sus penas aunque sea para darse cuenta de que no está solo. Existen mil millones de autoras y autores en el mundo, experimentamos situaciones similares a lo largo del tiempo… Esa es la realidad: no estamos solos.
La literatura tiene esa parte sanadora que viaja entre el autor y el lector. Es un poco contradictorio escribir para entender qué ocurre con el acto personal de escribir, pero liberador también. Nos cuesta hablar de lo que sucede dentro de nuestras cabezas, no sé si porque nos han educado para verlo como una debilidad. En cualquier caso, hoy ha sido un dÃa maravilloso. 1013 palabras.